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Los esforzados: los orígenes del yoga

Un día más me preparo para dar mi clase de yoga. En la sala están mis alumnos expectantes. Escucho comentarios como “Que ganas de estirarme, estoy agarrotada!”, “he tenido un día horrible en la oficina y necesito desconectar”, “estoy agotada, necesito recargar pilas”, “¡que estrés! a ver si me relajo”….              Por un momento mi mente se embarca en un viaje en el tiempo… retrocedo unos años, cientos de ellos, siglos atrás, y me pregunto que razones llevarían a los antiguos yoguis a experimentar con el yoga. Seguro que no era el estrés de la oficina ;-D

Realmente no existe constancia de cuando empezó todo. ¿Que civilización, que grupo de personas empezaron a practicar yoga y con que finalidad?                         Para responder a esta pregunta nos tenemos que remontar a la India, durante los siglos VI al IV a.C. En estos siglos, las jerarquías y las reglas de la religión tradicional se tambalean. Y todo esto, viene provocado por un grupo de buscadores y pensadores independientes, que rebelándose ante las autoridades religiosas y la rigidez del sistema de castas, comienzan a hacerse preguntas y a buscar las respuestas en un lugar distinto al que dictaban los vedas: en su interior. En esos años se produce una revolución para la humanidad: millares de buscadores espirituales y de filósofos y ascetas errantes, buscan el sentido de la vida y exploran las posibilidades del ser humano.

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Estas tradiciones ascéticas de la antigua India, dieron origen al yainismo y el budismo, entre otras corrientes de pensamiento que influyeron en las religiones de la India. Uno de los sramanas más conocido fue Gautama Buda (siglo III a. C., creador de la religión budista).

A estos buscadores se les conoció como “los esforzados” o Sramanas. Eran unos místicos prácticos, que se habían desilusionado con las prácticas rituales, y toda la parafernalia de la religión védica. Buscaban el estado de liberación en vida, y pensaban que para conseguirla, de nada servían los ritos externos, sino que había que investigar directa y persistentemente el cuerpo y la mente. Por ello, se convirtieron en renegados, outsiders. Abandonaron todas sus posesiones y la vida en sociedad.Esta renuncia  pretendía evitar los renacimientos futuros mediante el abandono de la acción, ya que el actuar conllevaba una carga kármica que forzaba un nuevo renacimiento. Tras alejarse del mundanal ruido, buscaban refugio en los bosques, en las cuevas, para allí poder experimentar directamente con sus propios cuerpos y mentes.        

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Los esforzados dedicaban su vida a la experimentación espiritual y psicológica, practicando en pequeños grupos o en solitario.

Investigaban la dieta, la respiración, el control de los sentidos, la meditación, la oración, los cánticos e incluso la magia y el chamanismo. Estos buscadores rechazaban la doctrina y los dogmas, y  no eran partidarios de dejar constancia escrita sobre sus descubrimientos. Pero por suerte para nosotros, en torno al siglo II o III a.C, un gran sabio y practicante de yoga (Patanjali) recopiló los principios esenciales de esta tradición de sabiduría, regalándonos una de las mayores joyas para todo buscador (no me cansaré de recomendar su lectura y estudio!), los “Yogasutras de Patanjali”.

Pero volvamos a los Sramanas. En los primeros tiempos se cree que sus experimentos tuvieran un carácter chamánico o mágico, pero con el transcurso de los años fueron surgiendo un conjunto de principios y de prácticas que tomaron el nombre de Yoga. Voilá! y a sus practicantes se les llamó yoguis. Los yoguis utilizaban sus propias mentes y sus cuerpos como laboratorios de investigación del ser humano.

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Desde entonces, han transcurrido varios siglos, el yoga ha dejado de ser una práctica exclusiva de ascetas y buscadores para estar el alcance de todos. En cada ciudad, en cada pueblo, hay un centro donde practicar esta técnica milenaria. Pero me temo, que se ha perdido mucho de su finalidad original, a menudo se ha descafeinado hasta límites penosos. Muchas veces, nos quedamos con las capas más superficiales, con la práctica física de asanas, y sus beneficios más frívolos, como que adelgaza, que tonifica el cuerpo, que es bueno para el insomnio, etc… y olvidamos su origen y su finalidad real: la liberación en vida del ciclo de reencarnaciones, superando el sufrimiento que este conlleva. En homenaje a estos esforzados buscadores, no olvidemos que el yoga es una práctica espiritual y mística. En cada clase, trabajemos la presencia, el enfoque, la concentración, el equilibrio, la fuerza y la conciencia. Namasté!

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