Primavera, crecer en los cambios
La primavera es una expresión del poder de los cambios y es un recuerdo de la gran fuerza universal que hace que todo esté en continua transformación. Platón decia «conocer es recordar», dentro de ese discurso del gran poder que tienen las ideas y los recuerdos en la manifestación de las cosas. Esos recuerdos que se inflan como globos aerostáticos cuando los traemos al campo de la memoria. También Platón decía que la materia es sólo una copia de algo más «verdadero», del mundo de las ideas. Entendida -esa cualidad de «verdadero»- como aquella cualidad de resistencia -o tensión- de enfrentarse a los cambios.
Entramos en el ciclo de la primavera y me vienen estos pensamientos a la cabeza: Platón, el mundo de la materia y de las ideas. Las intangibles fuerzas inconscientes de la resistencia al cambio y las mismas contrarias que impulsan a la vida a continuar, crecer y evolucionar. Y es que, cuando escribo estas lineas, es aequinoctium (equinocio) del latín «noche igual». Esto quiere decir que hoy tanto el día y la noche tienen la misma duración. Es el comienzo de que la luz entre más a nuestro hemisferio, favoreciendo calor, el crecimiento de plantas, flores y semillas.
A las cuatro estaciones se les ha atribuido históricamente símbolos, mitos y alegorías maravillosas, especialmente representando los ciclos de la vida, el despertar de la luz, de la belleza y de los propósitos. La primavera simboliza muchas veces ese recuerdo que todo comienza y termina, termina y comienza, generando así confianza y fe en ese nuevo «despertar» de las cosas. En la mitología hindú esto viene representado por la fuerza de Shiva y también por la fuerza creadora de Durga (y sus tres formas de śakti)
Hoy quería recordaros también la historia de Persefone, de la mitología griega: «Perséfone era hija de Deméter, una diosa agrícola y de la tierra. Perséfone fue llevada por la fuerza bajo tierra al mundo de los muertos. Ella se entristeció tanto que a Hades no le quedó más remedio que llegar a un arreglo: pasaría seis meses con él bajo tierra (correspondientes a otoño e invierno) y luego seis meses de vuelta con su madre (primavera y verano)».
El invierno hace que valoremos más la luz del sol cuando vuelve a renacer. Todo son oportunidades para ver y crecer. De brotar con fuerza y confianza.
Abrazos,
Amara